
POR GUIDO GÓMEZ MAZARA
Resulta irónico que en el momento que la comisión política del PRD discutía los nuevos miembros del Parlacen los francomacorisanos expresaban su repudio a las políticas del gobierno con un paro de 48 horas en toda la provincia. Acontecimientos distantes y sin aparente vinculación, pero reveladores del distanciamiento existente entre la cúpula de los partidos políticos y la agenda de los ciudadanos que perciben un deterioro del nivel de vida y no llegan a sentir niveles de preocupación de sectores partidarios incapaces de incorporar a su discurso las verdaderas urgencias nacionales.
El PRD ha sido una organización política que alcanza el éxito en la medida que interpreta y asume para sí reclamos esenciales que se desarrollan en el seno de las comunidades. En la actualidad, pocos dirigentes del partido blanco, fundamentalmente de sus núcleos directivos, no asumen las enseñanzas del maestro, José Francisco Peña Gómez que con bastante inteligencia colocaba a la organización en las puertas del reclamo social porque sabía que acciones de esa naturaleza se traducían en niveles de simpatías electorales.
Se presume que en la pirámide social dominicana los sectores medio y de base han mantenido una fiel militancia al PRD y los efectos de las políticas públicas golpean con mayor nivel esos sectores que anhelan organizaciones con sensibilidad a los problemas diario que, lejanos del discurso partidario, saben lo terrible de apagones por 16 horas, microtráfico en sus esquinas, artículos de primera necesidad inalcanzables, falta de empleos y un futuro nada optimista.
Un partido político no puede conquistar núcleos esenciales de la vida nacional como los segmentos de juventud y mujer cuando se distancia de sus urgencias diarias y apela con un sentido oportunista a una mayoría electoral que sólo existe en tiempos de campaña. Y la gente no es tonta. En cualquier lugar distante de los grandes centros de decisión saben distinguir la frase demagógica y la falta de preocupación que muestran los partidos por los problemas esenciales de la gente.
En el PRD nadie se interesa por utilizar los fondos que recibe el partido para conseguirle una beca al joven José Miguel Mejía, ganador del Concurso Nacional de Ortografía nacido en un hogar humilde en el municipio de Guerra y demuestra que la pobreza no es un obstáculo para avanzar. Sin embargo, en una jugada propia del entramado de complicidades en el partido ni su dirección política nadie rinde un informe sobre el escándalo del desayuno escolar porque hay un perredeísta que está detrás de esa vagabundería. Esas ironías y falta de conexión con los problemas tienen al PRD en un extraño silencio.
Resulta doloroso escribirlo y reconozco que ese sentido de criticidad tiene un alto precio. Lo asumo con todas las consecuencias porque no quiero ascender a ninguna posición directiva dentro del partido bajo el amparo y complicidad del régimen de manejos propios de esquemas políticos más seducidos por los negocios particulares que por el interés de defender la agenda de las mayorías. No tengo miedo.
Lo doloroso es que un tinglado de negocios ocultos imposibiliten que los partidos retomen su verdadera capacidad de conectar los intereses nacionales con la actuación política. El hecho de que importantes dirigentes asuman como estrategia de sobrevivencia el colocar a hijos, esposas y relacionados en nóminas públicas de instituciones dirigidas por adversarios del partido llama la atención y provoca un silencio cómplice que se traduce en inacción partidaria.
La línea política de un partido no puede estar sometida a compromisos privados de gente que combina la política con beneficios marginales que se derivan de la posición que ocupan dentro de la organización. Por eso, el PRD está silenciado y el país lleno de dificultades que nos obligan a preguntarnos: ¿Quién podrá defendernos?
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